Vas seguint el riu del temps,
vas buscant uns ulls valents,
un estímul real,
una llum lluny del teu cap,
algú que et dongi la mà.
(Sopa de Cabra "Exilis")
Bajo
una luz tamizada por las hojas de los árboles, contemplaba de soslayo el rostro
de aquella mujer, su cuerpo, sus manos… Mantenía el oído atento, concentrada en las escasas frases que
dirigía a su interlocutor a través del teléfono portátil, tratando de evitar que su curiosidad
resultara demasiado evidente. Era el suyo un interés que se ceñía a lo profesional. Aplicaba un método informal, fundamentado en la observación de ciertos indicios
significativos que le permitieran iluminar
las zonas de sombra donde residían las claves de las que se alimentaban sus
perfiles, sus pronósticos. Lo que comenzó como una habilidad curiosa
que se nutría de su carácter, se había transformado en un modo de ganarse
la vida, tal vez poco ortodoxo, en una técnica intangible y paradójica dotada de un elevado grado de fiabilidad y validez.
Tenía
delante a una persona cuya expresión, a pesar de que le constaba su relativa juventud,
había sito roturada por la vicisitud, que la había precipitado a un envejecimiento incipiente. Sus
rasgos denotaban un agostamiento vital, presidido por una hiperreflexividad mórbida que parecía suministrar combustible a una turbina, que tras centrifugar los problemas
normales inherentes a toda vida, los retornaba transformados en problemas psicológicos, convirtiendo cualquier contratiempo en algo angustioso e irresoluble.
Ciertamente, no se la imaginaba…
Ciertamente, no se la imaginaba…
Fue
presentada en su primer año de universidad. Su mentor, un profesor auxiliar del
cual ni siquiera era alumna, le explicó de modo sucinto lo que se esperaba de ella, y
tras obtener su adhesión, que manifestó con una seguridad sin fisuras, como si toda su existencia anterior
no hubiera sido más que una preparación para aquel momento, le reveló la norma esencial que debería
presidir su labor en lo sucesivo:
- No profundices, no
analices, déjate llevar por tu intuición. Quiero tus primeras impresiones en
bruto, sin elaboración. De doctos expertos que nos abruman con sus
razonamientos circulares, ya andamos
sobrados.
Sin embargo, en contra de lo que pudiera pensarse, asumía su cometido
como una gran responsabilidad, aunque nadie le pidiera
cuenta por sus posibles errores, cuya tasa
se daba por asumida de antemano.
Un aspecto enturbiaba su vida: cada día le resultaba más difícil aplicar sobre los demás una
mirada transparente, sin contaminar; ver más allá era inevitable. Ciertamente, esta
circunstancia le había permitido eludir no pocas complicaciones, pero a costa de una
merma en su espontaneidad, de minimizar cualquier incertidumbre, de transitar por un páramo donde la emoción y la aventura no existían, abandonando tras de sí numerosas relaciones calcinadas que lanzaban sobre su conciencia, ahíta de escepticismo, espesas columnas de humo...