miércoles, 21 de octubre de 2015

Presagio




Después del furioso chaparrón de otoño, caminaba por una cuadrícula perfecta de calles, sin prisa, confiando su rumbo al azar. En ocasiones, al embocar alguna callejuela, vislumbraba  bajo un cielo plomizo el resplandor luminiscente del mar.

Había encontrado a su paso numerosos grupos de chicos. En algunos, a pesar de su juventud, percibía de modo ostensible por su manera de desenvolverse, por sus expresiones, la mareta de la superficialidad, la indiferencia  y el nihilismo, rasgos de personalidad  que nuestra sociedad favorece con prodigalidad.

Es un signo de los tiempos. Ajenos a la evidencia de que el contador de su vidas ya estaba en marcha, avanzando con tenacidad, dentro de unos años, transcurrido el periodo de su existencia en el que el viento tal vez  sople a favor,  se toparían bruscamente con una realidad cuyos atributos principales: la aflicción, el desamparo y la frustración,  por diversos motivos les habían sido hurtados y para afrontar la cual, pusilánimes, carentes del temperamento preciso  y  del soporte intelectual y ético necesario, no estarían capacitados, inmóviles en una suerte de hibernación,  en una espera indeterminada e incierta, abocada a la desesperanza, de la que muy pocos, los dotados de lucidez y temple, lograrían escapar.

Frente a la playa aspiró los aromas que transportaba la brisa,  y con la vista fija en un lejano barco que atravesaba el horizonte, dejó escapar el torbellino que bullía en su mente...




viernes, 9 de octubre de 2015

Tu rostro mañana






¿Cómo  puede no verse en el tiempo largo que quien acabará y acaba perdiéndonos nos va a perder? ¿No intuirse ni adivinarse su trama, su maquinación y su danza en círculo, no oler su inquina o respirar su desdicha, no captar su despacioso acecho y su lentísima y languideciente espera, y la consiguiente impaciencia que quién sabe durante cuántos años habrá tenido que contener?

¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que enseñas o bajo la careta que llevas, y que me mostrarás tan sólo cuando no lo espere?

(Javier Marías "Tu rostro mañana" "1 Fiebre y lanza")

jueves, 1 de octubre de 2015

Interrogantes




[...] Volvió a preguntarse qué relación eran capaces de entablar entre sí los seres humanos. ¿Cómo podía uno poner en orden su vida, causar poco daño y continuar unido a otras personas?

(Richard Ford, "De mujeres con hombres")




Tras una larga caminata a través de una vereda ignota que se difumina por momentos en la oscura espesura de la fronda, abrazada por la niebla, se detiene unos instantes junto a un tronco vencido por los rigores de algún lejano invierno.

Con trazo grueso trata de esbozar un balance provisional de la situación. A su mente acuden varios términos que acotan cualitativamente el territorio a través del que transitan  sus sentimientos, aunque no resulten adecuados para nominar con precisión estos últimos: confianza, episódico, provisional, relativismo, deriva, escepticismo, resolución… Habitualmente su pensamiento no se  manifiesta a modo de frases perfectamente construidas, sino como instantáneas fotográficas que reflejan palabras clave que constituyen una síntesis, cargadas de un significado tan proteico que trasciende  lo recogido en los diccionarios.

Siente los arañazos de la inquietud al constatar con desazón que  algunos factores, obviados por considerarlos marginales o infravalorados por mero descuido,  han devenido determinantes. Ha actuado guiada por unos principios en los que cree honestamente, pero los hechos son rotundos y resultan inapelables.  

Se concede un tiempo para serenarse. Exhala el aire de sus pulmones lentamente, formando una fugaz nubecita de vapor que se condensa a su alrededor disolviéndose de inmediato.

No es pusilánime su naturaleza, no elude la incertidumbre, pero preferiría tomar la iniciativa en su gestión, no verse abocada a ser reactiva en sus decisiones. Como ocurre a veces en medio de las sinuosas y escarpadas trochas que le gusta recorrer, en caso de súbita tempestad, traspasado cierto punto resulta preferible continuar avanzando en lugar de retroceder. Aunque lo que espera más adelante sea incierto.

Ignorando los funestos vaticinios que brincan en su conciencia, comienza a caminar. Estoica frente a los imponderables…