Tras una larga caminata a través de una vereda ignota que se difumina por momentos en la oscura espesura de la fronda, abrazada por la niebla, se detiene unos instantes junto a un tronco vencido por los rigores de algún lejano invierno.
Con
trazo grueso trata de esbozar un balance provisional de la situación. A su
mente acuden varios términos que acotan cualitativamente el territorio a través del que transitan sus sentimientos, aunque no resulten adecuados para nominar con precisión estos últimos: confianza, episódico,
provisional, relativismo, deriva, escepticismo, resolución… Habitualmente
su pensamiento no se manifiesta a modo
de frases perfectamente construidas, sino como instantáneas fotográficas que
reflejan palabras clave que constituyen una
síntesis, cargadas de un significado tan proteico que trasciende lo recogido en los diccionarios.
Siente los arañazos de la inquietud al constatar con desazón que algunos factores, obviados por considerarlos marginales o
infravalorados por mero descuido, han devenido determinantes. Ha actuado
guiada por unos principios en los que cree honestamente, pero los hechos son rotundos y resultan inapelables.
Se concede un tiempo para serenarse. Exhala el aire de sus pulmones lentamente, formando una fugaz nubecita de vapor que se
condensa a su alrededor disolviéndose de inmediato.
No
es pusilánime su naturaleza, no elude la incertidumbre,
pero preferiría tomar la iniciativa en su gestión, no verse abocada a ser reactiva en sus decisiones. Como ocurre a veces en medio de las sinuosas y escarpadas trochas que le gusta recorrer, en caso de súbita tempestad, traspasado cierto punto resulta preferible continuar avanzando en lugar de retroceder. Aunque lo que espera más adelante sea incierto.
Ignorando
los funestos vaticinios que brincan en su conciencia, comienza a caminar. Estoica frente a los imponderables…
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