miércoles, 21 de octubre de 2015

Presagio




Después del furioso chaparrón de otoño, caminaba por una cuadrícula perfecta de calles, sin prisa, confiando su rumbo al azar. En ocasiones, al embocar alguna callejuela, vislumbraba  bajo un cielo plomizo el resplandor luminiscente del mar.

Había encontrado a su paso numerosos grupos de chicos. En algunos, a pesar de su juventud, percibía de modo ostensible por su manera de desenvolverse, por sus expresiones, la mareta de la superficialidad, la indiferencia  y el nihilismo, rasgos de personalidad  que nuestra sociedad favorece con prodigalidad.

Es un signo de los tiempos. Ajenos a la evidencia de que el contador de su vidas ya estaba en marcha, avanzando con tenacidad, dentro de unos años, transcurrido el periodo de su existencia en el que el viento tal vez  sople a favor,  se toparían bruscamente con una realidad cuyos atributos principales: la aflicción, el desamparo y la frustración,  por diversos motivos les habían sido hurtados y para afrontar la cual, pusilánimes, carentes del temperamento preciso  y  del soporte intelectual y ético necesario, no estarían capacitados, inmóviles en una suerte de hibernación,  en una espera indeterminada e incierta, abocada a la desesperanza, de la que muy pocos, los dotados de lucidez y temple, lograrían escapar.

Frente a la playa aspiró los aromas que transportaba la brisa,  y con la vista fija en un lejano barco que atravesaba el horizonte, dejó escapar el torbellino que bullía en su mente...




No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Tú cómo lo ves?