AH, SÍ
Hay cosas peores
que estar solo
pero a menudo hace falta décadas
para entenderlo
y en la mayoría de los casos
cuando lo entiendes
ya es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
demasiado tarde.
Charles Bukowski
A través de la cristalera
contemplaba el repicar de las gotas en la superficie del lago, agitada
tras el reciente aguacero. Las nubes comenzaban a retirarse y su silueta veloz se proyectaba deformada
sobre la ondulada lámina metálica de
agua.
Posó la mirada en un folio
doblado por su mitad en el que había anotado, con letra desigual, un puñado de frases compuestas al
ritmo del cimbreo de las ramas de los sauces.
Disfrutaba jugando con las
palabras, paladeando su sonoridad, aquilatando sus significados. En su concepción narrativa resultaba esencial un texto dotado de fuerte capacidad evocadora, que insuflara estados de ánimo, contagiara impresiones, transmitiera ideas con precisión. El arte de crear mundos, en definitiva. Ahí radicaba la auténtica magia de la escritura. Un poder trascendente e intangible que la sobrecogía cuando se manifestaba en las obras de sus autores preferidos.
Abrió el libro y retomó la lectura interrumpida. Gruesos goterones, notas musicales tocadas al piano en clave de fa, se derramaban desde un cielo opaco produciendo un leve efluvio de vaho al chocar contra el suelo recalentado de mediodía...