martes, 30 de septiembre de 2014

Tempo

Aquella tierra lejana e inundada de sol daba la sensación de un mar espeso y turbio; y un mar también, pero mar azul y transparente, parecía el cielo, y sus blancas nubes eran blancas espumas agitadas en inquieto ir y venir: tan pronto escuadrón salvaje, como manadas de tritones melenudos y rampantes. 

 (Pío Baroja, "Camino de perfección, 1902)








Turbina frenética que ataca notas cada vez más altas:
disonancia furiosa y ávida que comprime el territorio vital,
aniquila los sentimientos, las esperanzas...

Rebelarse: no asumir una existencia deslavazada.

Escapar del tráfago: aliento helado que cerca 
y asola el motor de las ilusiones.

Abrazar la cadencia del tempo telúrico,
paladear la contemplación del lento pero inexorable cambio.

Explorar significados propios,
burlar la galerna, una vez más…






jueves, 25 de septiembre de 2014

Evocación


Si nos concentramos en la lectura de los siguientes párrafos, casi nos sentiremos como si realmente estuviéramos allí... Así, evocando los paisajes donde vivimos con plenitud, entretendremos la espera hasta que llegue el día de nuestra próxima salida.





A veces cruzaban por bosques, entre grandes árboles secos, caídos, de color blanco, cuyas retorcidas ramas parecían brazos de un atormentado o tentáculos de un pulpo. Comenzaba a caer la tarde. Rendidos, se tendieron en el suelo. A su lado corría un torrente, saltando, cayendo desde grandes alturas como cinta de plata; pasaban nubes blancas por el cielo, y se agrupaban formando montes coronados de nieve y de púrpura; a lo lejos nubes grises e inmóviles parecían islas perdidas en el mar del espacio con sus playas desiertas. Los montes que enfrente cerraban el valle tenían un color violáceo con manchas verdes de las praderas; por encima de ellos brotaban nubes con encendidos núcleos fundidos por el sol al rojo blanco. De las laderas subían hacia las cumbres, trepando, escalando los riscos, jirones de espesa niebla que cambiaban de forma, y, al encontrar una oquedad, hacían allí su nido y se amontonaban unos sobre otros.

- A mí, esos montes - murmuró Ossorio - no me dan idea de que sean verdad; me parece que están pintados, que eso es una decoración de teatro [...]

- Para mí, esos montes -dijo Schultze- son Dios.

Comenzó a anochecer.

- ¿Qué hacemos? ¿Subimos más? ¿Vamos a ver si encontramos esa laguna?

- Vamos.

Anochecido, llegaron a la laguna, y anduvieron reconociendo los alrededores por todas partes a ver si encontraban alguna cueva o socavón donde meterse. Era aquello un verdadero páramo, lleno de piedras, desabrigado; el viento, muy frío, azotaba allí con violencia [...]



Se marchó el alemán y Ossorio quedó allá envuelto en la manta, contemplando el paisaje a la vaga luz de las estrellas. Era un paisaje extraño, un paisaje cósmico, algo como un lugar de planeta inhabitado, de la Tierra en las edades geológicas del icthiosauros y plesiosauros. En la superficie de la laguna, larga y estrecha, no se movía ni una onda; en su seno, oscuro, insondable, brillaban dormidas miles de estrellas. La orilla, quebrada e irregular, no tenía a sus lados ni arbustos, ni matas; estaba desnuda.

En la cima de un monte lejano se columbraba la luz de la hoguera de algunos pastores.

Pío Baroja (Camino de perfección, 1902)

domingo, 21 de septiembre de 2014

La mirada de Pío Baroja



.


Muralla del Guadarrama,
cielo azul, resplandeciente,
aire de tarde, relente,
viento que silba y que brama,
olor de jara y retama,
de tomillo y de romero;
montes de color de acero,
ceñuda tranquilidad,
reposo, serenidad,
lento anochecer severo.

(Pío Baroja, "Canciones del suburbio", 1944)



[...] Una ingente montaña, cubierta en su falda de retamares y jarales florecidos, se levantaba ante ellos; brotaba sola, separada de otras muchas, desde el fondo de una cóncava hondonada, y al subir y ascender enhiesta, las plantas iban escaseando en su superficie, y terminaba en su parte alta aquella mole de granito como muralla lisa o peñón tajado y desnudo, coronado en la cumbre por multitud de riscos de afiladas aristas, de pedruscos rotos y de agujas delgadas como chapiteles de una catedral.




En lo hondo del valle, al pie de la montaña, veíanse por todas partes grandes piedras esparcidas y rotas, como si hubieran sido rajadas a martillazos; los titanes, constructores de aquel paredón ciclópeo, habían dejado abandonados en la tierra los bloques que no les sirvieron. 






Sólo algunos pinos escalaban, bordeando torrenteras y barrancos, la cima de la montaña.

Por encima de ella, nubes algodonosas, de una blancura deslumbrante, pasaban con rapidez. [...]


(Pío Baroja, "Camino de perfección" 1902)

viernes, 19 de septiembre de 2014

Gotas







Gotas de agua proyectadas por la lluvia
resbalan sobre el cristal: erráticas sus trayectorias,
a merced del aire, del traqueteo del tren.

Un viajero de rostro desarbolado,
lastrado por tanto tiempo mal vivido.
La erosión de sus rasgos: abatimiento y
decadencia.

Su mirada perdida, vacía, rendida,
la ilusión abandonada alguna tarde remota.
Respiración agitada que perdió ya el compás.


Aferrado a su cartera con desesperanza:
náufrago en inmenso océano negro,
pequeño héroe agotado, derrotado.

Cuerpos  bajo la lluvia cruzan la ciudad, exánimes.
Material fungible que alimenta las calderas;
Vidas irrelevantes.

Gotas de agua vagando a la deriva,
y entre tanto, los días se escapan, 
la oscuridad acecha...








domingo, 14 de septiembre de 2014

Excursión literaria... A los azules montes del ancho Guadarrama








En la "senda de los poetas", uno de los numerosos itinerarios que discurren por el corazón del valle de la Fuenfría, al pie de Siete Picos, encontramos labrados en la roca los versos iniciales de un poema que Antonio Machado dedicó tras su muerte a Francisco Giner de los Ríos.





Poesía  en memoria de quien hace más de un siglo, sintió la emoción y la intensidad de los paisajes del Guadarrama.

En las inmediaciones pueden encontrarse asimismo textos de otros autores, sin más pretensión que constituir un sencillo homenaje a la belleza de la Sierra.  Entre otros los siguientes:


 De Luis Rosales:





Las noches de Cercedilla
las llevo en mi soledad
y son ya la última linde
que yo quisiera mirar




El pozo ciego
Bien sé que la tristeza no es cristiana,
que ayer siempre es domingo y que te has ido,
ahora debo reunir cuanto he perdido,
nieve niña eras tú nieve temprana.

Jugando con el sol de la mañana,
nieve, Señor, y por la nieve herido
vuelve a sentir mi sangre su latido,
su pozo ciego de esperanza humana.

¿No era la voz del trigo mi locura?
Ya estoy solo, Señor, y ahora quisiera
ser de nieve también y amanecerte.

Hombre de llanto y de tiniebla oscura
que espera su deshielo en primavera
y esta locura exacta de la muerte.


De Leopoldo Panero:

Camino de Guadarrama,
nieve fina de febrero.
Y a la orilla de la tarde,
el pino verde en el viento.




De José García Nieto:

Afila Siete Picos en la sombra
su aguda dentellada.




De Vicente Aleixandre:




Sobre esta cima solitaria os miro,
campos que nunca volveréis por mis ojos,
piedra de sol inmensa, eterno mundo,
y el ruiseñor tan débil que en su borde lo hechiza.


(Según afirman los entendidos, lo del ruiseñor es una licencia del autor, puesto que parece ser que no habitan en la zona).


Como dejó escrito, en tono apocalíptico, Andrés Campos en uno de sus artículos: 

Abrasará la lluvia ácida el postrer pino de Valsaín. Enmudecerán la chova y el acentor. No volverá a nevar. Y el último buitre de Peñalara, señor indiscutible de las lagunas fosforescentes, les llevará a sus pollos muertos una Barbie Superstar. Ocurrirá todo eso -ya lo verán- pero a pesar de los pesares algunos seguirán subiendo al mirador de Vicente Aleixandre para otear los montes pelados y recitar los versos cincelados, por los siglos de los siglos, en un vecino cancho.


viernes, 12 de septiembre de 2014

Que se pongan de acuerdo en lo que sea... Y que nos hagan el menor daño posible





En el informativo "Hora 25" de la cadena Ser , el poeta, ensayista, crítico literario y profesor de Literatura en la Universidad de Granada, Luis García Montero interviene periódicamente con un artículo de opinión (La mirada de Luis García Montero) que lee ante los micrófonos. He transcrito el correspondiente al día 11 de septiembre de 2014, ya que contiene, a mi juicio, desde una mirada lúcida, desapasionada, desmitificadora y pragmática unas cuantas ideas acerca de "la cuestión catalana" con las que algunos nos identificamos.




Día grande en Cataluña. El 11 de septiembre de 1714 se consumó la gran batalla de Barcelona entre las tropas partidarias de Felipe V y las tropas que habían secundado al Archiduque Carlos, es decir, una guerra entre Borbones y Austrias. Me produce desasosiego que las fiestas nacionales tiendan a vincularse con las guerras. La fiesta de mi ciudad, Granada, celebra la victoria de los Reyes Católicos sobre los moros. Guerras y reyes en la identidad de nuestra memoria, envueltas a gusto del consumidor. Así nos va en el presente.




La articulación territorial es uno de los grandes fracasos de la democracia española. Junto a la pobreza, el desempleo y la liquidación de los servicios públicos, duele la incapacidad para solucionar la cuestión territorial. Es un asunto que va más allá de nuestras fronteras. La globalización impuesta por la economía neoliberal en el mundo, y de manera vertiginosa en Europa, ha hecho que la palabra estado se agriete. El proceso de privatizaciones afecta tanto a la economía como a los sentimientos. Sin voluntad de crear estados reales, tan sólidos a la hora de defender el bienestar de sus ciudadanos como flexibles en el respeto a sus diferencias, triunfan las derivas fragmentarias. La fragmentación es la consecuencia última de un internacionalismo, que se ha preocupado más de la libertad para la especulación que de los tejidos cívicos. En esta situación, la derecha española y la catalana se han comportado con absoluta irresponsabilidad, contando también con la colaboración de un PSOE que ha querido mantener la E de España pero que ha sacrificado muchas veces la S de socialismo, algo imprescindible a la hora de defender los vínculos.

La mentira y el descrédito político, jugaron su papel. Fue mentiroso el lema "España nos roba" aireado por la Generalitat para enmascarar las consecuencias sociales de su tijera neoliberal y, por otra parte, ha sido muy irresponsable la actitud de D. Tancredo con la táctica de no hablar de la realidad. La falta de diálogo ha colmado el vaso, porque la derecha española lleva años confundiendo su españolismo con el anticatalanismo. Bajo las invocaciones al orden y la constitución, se esconde la gran mentira generalizada de convertir la democracia en un procedimiento en el que no tenga peso la opinión de los ciudadanos.

Se ha jugado con fuego y nos hemos quemado. Hoy la sociedad catalana camina de manera ordenada por delante de su gobierno y no se conforma con un simple pacto fiscal. Cuando un problema no tiene solución es mejor, al menos, buscar una salida.



Yo, lo único que puedo aportar es mi sinceridad. Soy pesimista, y me entristece la realidad por dos motivos: primero porque me siento demócrata, creo que los conflictos se resuelven en las urnas, y no me parece de recibo el empeño de negar la consulta. Las excusas que dan los políticos y algunos intelectuales son cada vez más ridículas. Y segundo, porque me siento socialista y me gustaría que el reto neoliberal no desembocase en una fragmentación de mi mundo. Prefiero estados amplios que se atrevan a regular la economía. Pero en esta situación compleja, confusa, quizá sea demasiado pedir que los demócratas piensen en la vergüenza que supone silenciar las urnas, o pedir a los progresistas que mediten lo que supone fragmentar la solidaridad con una frontera más.




El pueblo en el que veraneo, Rota, en la bahía de Cádiz se creó muy mala fama durante la Guerra de Sucesión entre Borbones y Austrias. No quiso derramar sangre ni identificarse con ninguna bandera. Eso habló mal de Rota, pero lo único que pedía el pueblo es que unos y otros le hicieran el menor daño posible.

Pues ése es hoy mi estado de ánimo, lo que me pide el cuerpo es desdramatizar, que se pongan de acuerdo en lo que sea, en lo que quieran, pero sin dramatismo ninguno y respetando a la gente.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Vacío existencial









[...] la inmensa mayoría de la gente se abrasa y consume en la fiebre de los negocios, en la de la política, y hasta en la del pensamiento y el estudio (tan grave y dolorosa como las demás) o se aburre en la estéril pereza [...] anémica vida ultra-urbana; pero es por muchos modos impotente, y en particular por lo que desconcierta con el tono general de esa vida, para compensar su desequilibrio y labrar en las honduras del espíritu camino de regeneración y de progreso.

Francisco Giner de los Ríos (Paisaje, 1886)





jueves, 4 de septiembre de 2014

Sinestesias









Nuestro veterano músico, con su Fender Stratocaster bajo el brazo, sube una vez más al escenario. Se dirige con parsimonia hacia el amplificador, conecta la clavija y equilibra los mandos que regulan los diferentes parámetros.

Incondicional de la calidez que aportan las válvulas(1), le gusta imaginar cómo las notas fluyen directas a través del cable, sin efectos extraños que enmascaren el sonido.



Nuestro veterano músico, siempre sigue un preciso ritual. Fiel a su sello personal, cuida que los ajustes de ecualización (2) se ciñan a los rangos adecuados, que los acordes tengan la cadencia precisa, consciente de que la ejecución minuciosa y virtuosa de una pieza es la garantía del resultado que él y su público desean.

Nuestro veterano músico no necesita ensayar, conoce perfectamente todas sus melodías, mil veces recreadas.


Cuando termina la actuación, le digo:

-        Hoy has sonado, si cabe, mejor.

Él, lacónico, no está de acuerdo con mi apreciación:

 - Como siempre; siempre es igual.



Nuestro verdadero protagonista, no es músico, pero sus composiciones, plenas de aromas y de ingredientes multicolor, inundan nuestros sentidos con armonías propias de la música y nos alegran la vida cada vez que interpreta sus clásicos para nosotros.

(A Fructuoso)



(1) Al igual que muchos aparatos de la época, la electrónica de los primeros amplificadores para guitarra eléctrica estaba basada en las válvulas. A finales de los sesenta surgieron los amplificadores de transistores que paliaban muchos de los problemas de los de válvulas: peso, temperatura alta de funcionamiento óptimo, mantenimiento, etc. A pesar de ello, numerosos guitarristas prefirieron volver a los viejos equipos. Según los técnicos, las válvulas tienen un funcionamiento no lineal, de algún modo imperfecto pero que paradójicamente colorean el sonido de modo que, globalmente, resultaría más agradable, más cálido, más definido, con mayor calidad tanto limpio como cuando se le aplica distorsión, con mayor carácter...

(2) Ecualizador: dispositivo que altera la respuesta de un sonido aumentando o atenuando ciertas frecuencias del mismo.




















martes, 2 de septiembre de 2014

De imágenes y palabras



Cuando casi todas las experiencias vitales son reducidas a unas cuantas imágenes captadas por el móvil, a unas abreviaturas apresuradas transmitidas a través de las redes sociales, volvamos la vista al tiempo de las auténticas descripciones que permitían a la imaginación crear y recrear...









En la montaña, severa hasta la majestad, todo es mate y adusto: los líquenes que tiñen el verdoso granito; el monte bajo, cuyo tono apenas templan, allá en la primavera el morado cantueso, la amarilla flor de la retama, el rojo de tal cual amapola o de las opulentas peonías; el sombrío verdor de los pinos, que se alzan sobre ellos, ora esbeltos y erguidos, ora corpulentos y nudosos, o muertos con el gris de plata de sus ramas desnudas, retorcidas y secas. Abajo, en el amplio valle, la luz es más igual; las sombras, menos acentuadas, los tonos más ricos y brillantes; los olmos, los chopos, los sauces, los espinos, las zarzas agotan casi todos los matices del verde, desde el álamo blanco, al verde de la encina; y en medio de las tierras sembradas, y de las praderas con su yerba corta, fina y rala, clarean sobre el suelo anchas ráfagas sonrosadas, de una espléndida carnación  luminosa.

Francisco Giner de los Ríos