martes, 2 de septiembre de 2014

De imágenes y palabras



Cuando casi todas las experiencias vitales son reducidas a unas cuantas imágenes captadas por el móvil, a unas abreviaturas apresuradas transmitidas a través de las redes sociales, volvamos la vista al tiempo de las auténticas descripciones que permitían a la imaginación crear y recrear...









En la montaña, severa hasta la majestad, todo es mate y adusto: los líquenes que tiñen el verdoso granito; el monte bajo, cuyo tono apenas templan, allá en la primavera el morado cantueso, la amarilla flor de la retama, el rojo de tal cual amapola o de las opulentas peonías; el sombrío verdor de los pinos, que se alzan sobre ellos, ora esbeltos y erguidos, ora corpulentos y nudosos, o muertos con el gris de plata de sus ramas desnudas, retorcidas y secas. Abajo, en el amplio valle, la luz es más igual; las sombras, menos acentuadas, los tonos más ricos y brillantes; los olmos, los chopos, los sauces, los espinos, las zarzas agotan casi todos los matices del verde, desde el álamo blanco, al verde de la encina; y en medio de las tierras sembradas, y de las praderas con su yerba corta, fina y rala, clarean sobre el suelo anchas ráfagas sonrosadas, de una espléndida carnación  luminosa.

Francisco Giner de los Ríos










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