jueves, 25 de septiembre de 2014

Evocación


Si nos concentramos en la lectura de los siguientes párrafos, casi nos sentiremos como si realmente estuviéramos allí... Así, evocando los paisajes donde vivimos con plenitud, entretendremos la espera hasta que llegue el día de nuestra próxima salida.





A veces cruzaban por bosques, entre grandes árboles secos, caídos, de color blanco, cuyas retorcidas ramas parecían brazos de un atormentado o tentáculos de un pulpo. Comenzaba a caer la tarde. Rendidos, se tendieron en el suelo. A su lado corría un torrente, saltando, cayendo desde grandes alturas como cinta de plata; pasaban nubes blancas por el cielo, y se agrupaban formando montes coronados de nieve y de púrpura; a lo lejos nubes grises e inmóviles parecían islas perdidas en el mar del espacio con sus playas desiertas. Los montes que enfrente cerraban el valle tenían un color violáceo con manchas verdes de las praderas; por encima de ellos brotaban nubes con encendidos núcleos fundidos por el sol al rojo blanco. De las laderas subían hacia las cumbres, trepando, escalando los riscos, jirones de espesa niebla que cambiaban de forma, y, al encontrar una oquedad, hacían allí su nido y se amontonaban unos sobre otros.

- A mí, esos montes - murmuró Ossorio - no me dan idea de que sean verdad; me parece que están pintados, que eso es una decoración de teatro [...]

- Para mí, esos montes -dijo Schultze- son Dios.

Comenzó a anochecer.

- ¿Qué hacemos? ¿Subimos más? ¿Vamos a ver si encontramos esa laguna?

- Vamos.

Anochecido, llegaron a la laguna, y anduvieron reconociendo los alrededores por todas partes a ver si encontraban alguna cueva o socavón donde meterse. Era aquello un verdadero páramo, lleno de piedras, desabrigado; el viento, muy frío, azotaba allí con violencia [...]



Se marchó el alemán y Ossorio quedó allá envuelto en la manta, contemplando el paisaje a la vaga luz de las estrellas. Era un paisaje extraño, un paisaje cósmico, algo como un lugar de planeta inhabitado, de la Tierra en las edades geológicas del icthiosauros y plesiosauros. En la superficie de la laguna, larga y estrecha, no se movía ni una onda; en su seno, oscuro, insondable, brillaban dormidas miles de estrellas. La orilla, quebrada e irregular, no tenía a sus lados ni arbustos, ni matas; estaba desnuda.

En la cima de un monte lejano se columbraba la luz de la hoguera de algunos pastores.

Pío Baroja (Camino de perfección, 1902)

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