(Franz Kafka)
Espoleada por una ilusión que afilaba con constancia, había abrazado una existencia nómada a la que se entregaba con genuino fervor.
Los interludios se asimilaban al vertiginoso vacío de un tiempo plano y
desvaído que la impelía a no detenerse.
Su naturaleza errante era, ante todo, una disposición mental, se plasmara o no en acciones concretas, y en esa característica radicaba su potencia. Una esencia jalonada de palabras, melodías que transportaba el viento y paisajes perseguidos con denuedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Tú cómo lo ves?