Al levantar los ojos de aquel libro,
leyó el amanecer en un campo de nubes
que incendiaba la luz. Era el final del viaje,
casi el final de la novela [...]
(Fragmento de "Realismo" ,Luis García Montero)
Esbozando una sonrisa apartó a un lado la
revista, cuya cabecera “Tendencias en Ciencia Cognitiva” le sugería
algo relacionado con la moda o tal vez con la decoración, y se dedicó a la mera
contemplación hedónica de
las numerosas personas que transitaban por la plaza, aventurando hipótesis, fundadas en impresiones fugaces, acerca de sus circunstancias, sin
preocupación alguna por su verosimilitud.
Había estado repasando un artículo cuyo
autor, entusiasmado por los resultados de su estudio reciente, creía delectar una serie de conclusiones al amparo de las más modernas técnicas de resonancia magnética, plasmadas en numerosos gráficos en los que se mostraba
mediante puntitos brillantes y coloreados la activación de diferentes zonas
del cerebro, y sin embargo adolecía de una bochornosa reiteración.
Se trataba de una estrategia que había contaminado los procedimientos de la
Psicología y que, lejos de remitir, amenazaba con destruir una tradición
secular de buena praxis, un mar en el que los investigadores mediocres calaban
sus redes indiscriminadamente a la búsqueda de cualquier tópico resultón al que
aplicar sus dudosos procedimientos.
El destilado de conocimiento se resumía
en siguiente “abstract”, por supuesto redactado en inglés, que siempre aporta un plus de
enjundia: “Leer ficción fomenta la empatía. Los lectores pueden
formarse ideas sobre las emociones, las motivaciones y las ideas de los otros y
trasladar esas experiencias a la vida real”. “Los escritores no necesitan
describir escenarios de forma exhaustiva, solo tienen que sugerir una escena y
la imaginación del lector hará el resto”.
Tratando de olvidar la vacuidad pegajosa que impregnaba el texto, se sumió unos instantes en el deleite que
le producía saborear la cerveza, y durante un momento su mirada se cruzó con la de la joven patinadora que,
esquivando a los viandantes en un alarde de pericia, abocaba la estrecha calle
en dirección al puerto.
Vidas constituidas por lecturas, por
músicas, por anhelos, sin solución de continuidad con lo que el prejuicio
define mediante el término “realidad”, la vida tangible presente en cada poro de aquella ciudad...
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