Se demoró unos instantes en la contemplación de aquel rostro, repasó con detenimiento sus rasgos a la búsqueda de referencias, tratando de vislumbrar una orografía conocida que le permitiera ubicarse.
Descubrió la dureza en la expresión, una mirada reconcentrada y retadora, el tajo de la voz seca que tras arrojar una andanada de palabras lacerantes, no aflojaba ni un ápice su tensión. Tras su escrutinio no halló rastro del tiempo de los océanos abiertos, de los cielos inmensos, únicamente una noche cerrada, plúmbea y eterna.
Descubrió la dureza en la expresión, una mirada reconcentrada y retadora, el tajo de la voz seca que tras arrojar una andanada de palabras lacerantes, no aflojaba ni un ápice su tensión. Tras su escrutinio no halló rastro del tiempo de los océanos abiertos, de los cielos inmensos, únicamente una noche cerrada, plúmbea y eterna.
No hubo sorpresa, solo el escepticismo que constituía su misma esencia y un cansancio infinito...
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