viernes, 27 de noviembre de 2015

Vibración



Estar sentado el menor tiempo posible; no dar crédito a ningún pensamiento que no haya nacido al aire libre y pudiendo nosotros movernos con libertad, a ningún pensamiento en el cual no celebren una fiesta también los músculos. [...] La carne sedentaria […] es el auténtico pecado contra el espíritu.

 (Friedrich Nietzsche,  “Ecce Homo”).







Asistió a la luz crepuscular que preludiaba el orto, respiró los contornos acerados de las cumbres, acarició el profuso bosque que guarnecía el valle, y cuando las nubes volanderas se entretejieron con su piel sintió acrecentarse la llama que alentaba su pecho.

Durante toda la jornada caminó con fruición, inasequible a los arañazos del agotamiento. No iba en pos de una identidad, siempre contaminada por la obligación social de ser alguien, sencillamente deseaba destilar lo esencial, descartar lo irrelevante, integrarse en el flujo de la vida.

Ya en penumbra, cuando  todo quedó reducido a una impresión, a un rumor de fondo, a una intuición que denominó la vibración de lo eterno, y que para ella carecía de cualquier connotación religiosa o mística, sumida en un sereno estado de clarividencia, las preocupaciones que hasta entonces la acechaban se le antojaban infundadas, y tuvo la certeza de que nada de lo que había temido podría sucederle...



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