Había culminado el ascenso a tiempo para contemplar los primeros rasguños del amanecer. El cuerpo a pleno rendimiento, el ánimo templado tras el ziz zag por la senda. Con los sentidos saturados de silencio, de penumbras, de suavidad, de aromas tenues, de sabores sutiles, se congratuló por arañar en otro día más a la inexorable cuenta atrás.
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