Los glaciares destellaban y la cima del Monte Perdido, completamente resplandeciente de celestes claridades, parecía no pertenecer ya a la tierra. En vano trataría de describir lo que su aparición tiene de inopinado, de asombroso, de fantástico en el momento en que se baja el telón, en que se abre la puerta, en que se toca por fin el umbral del gigantesco edificio: las palabras se arrastran lejos de una sensación más rápida que el pensamiento; no se cree en los propios ojos; se busca alrededor de sí un apoyo, comparaciones; allí todo se niega a la vez; un mundo acaba, otro comienza, un mundo regido por las leyes de otra existencia. ¡Qué descanso en esta vasta muralla donde los siglos transcurren con un paso más ligero que aquí abajo los años! ¡Qué silencio en estas alturas donde un sonido cualquiera es el temible anuncio de un gran y raro fenómeno! Qué calma en el aire, el cielo, la tierra y las aguas: todo parecía recogerse en presencia del sol y recibir su mirada con un inmóvil respeto.
Louis-François Ramond, Voyages au Mont-Perdu (1801)
James Erskine Murray, A Summer in the Pyrenees, (1837)

Perdido!, ¡aquí está el Monte Perdido, nos
decíamos unos a otros!; y sin embargo
nadie lo distinguía todavía en ese caos de
rocas, de nieves y de vapores.
Louis-François Ramond, Voyages au
Mont-Perdu et dans la partie adjacente des Hautes-Pyrénées, Paris , Chez Belin, 1801.
Allí,
solo, en un sitio que nunca ha pisado el pie del hombre, llegado a esa altura
que me recordaba la de los Alpes y el tiempo en que los recorría, enfrente de
ese cielo que, desde lo alto de sus cumbres, no había visto más que sereno y
que raramente me ha sonreído en la cima de los Pirineos, en ese lúgubre
silencio, interrumpido de tiempo en tiempo por el viento que pasa por los
cielos, como nosotros sobre la tierra, mi pensamiento se entregaba a los recuerdos del pasado. Me parecía
dominarlo como el mundo y mi alma, encogida por el profundo sentimiento de los
estragos del tiempo, no encontraba más que ruinas en mí, como a mi alrededor.
Louis François
Ramond, Observations faites dans les Pyrénées... (La Maladeta)