viernes, 20 de marzo de 2015

Minimalismo existencial




- Lo mejor es dejar de existir. [...] Cuando se ha vivido de forma adecuada, no hay nada mejor que un largo, bien ganado descanso.

- Bueno. Al menos usted tiene motivos para merecerlo, cuando llegue su hora. [...] Porque nada tiene que reprocharse. [...] Es para estar orgulloso.

- No lo sé... [...] En realidad estoy menos orgulloso de lo que soy  que de lo que he conseguido no ser.

(Arturo Pérez-Reverte, "Hombres Buenos", 2015)





Wine Dark Sea comenzó a fluir. Era la primera pista correspondiente al álbum The Sirens, del saxofonista Chris Potter. "Inspirado en La Odisea de Homero", señalaba la reseña del periódico. Sonrió. Odiseo afrontando peligros y adversidades. Una imagen sugestiva y oportuna.

Contempló aliviada y con un creciente sentimiento de euforia la sala diáfana, exenta al fin de todo elemento superfluo.

Durante varios días de actividad febril,  había apilado montones de ropa, libros,  cedés y enseres de toda índole que introdujo posteriormente en enormes bolsas de basura, con la certidumbre de arrojar en ellas también un modo de vida prescrito. Se encontraba inmersa en  una suerte de catarsis purificadora que preludiaba, simbólicamente, una nueva etapa vital. Durante la última tarde, la tensión fue aumentando al punto de descartar de modo tajante la posibilidad de buscarle una segunda oportunidad a todos aquellos objetos, perfectamente reutilizables en su mayoría. 



En el ecuador de la noche, iluminado por un relámpago de la memoria, visualizó un enorme contenedor, ubicado frente a su domicilio, que albergaba los escombros generados por la obra de reforma de un local comercial próximo. Había abandonado la cama apresuradamente, y vestida con lo primero que encontró al paso, desplazándose como una sombra furtiva, efectuó numerosas incursiones en la fría madrugada a fin de deshacerse de los pesados fardos.

Ya más calmada, reflexionó en torno a su situación, intentando comprender el modo insidioso mediante el cual el vacío, paradójicamente denso y espeso, había arraigado en su vida  mientras los días se sucedían, intangibles, en un vértigo nebuloso y deshilvanado. Evocó los solitarios amaneceres que la encontraron brujuleando  por internet, tratando de definir su malestar, acotándolo, hasta que un alba de finales de otoño, tras una eternidad de zozobra, accedió con desgana a un blog sugerido por Google en respuesta a las palabras clave introducidas en la búsqueda, y se tropezó con “Minimal”. 

Sus agudos comentarios, inscritos en una prosa precisa y certera que traslucía una serena lucidez, la sacaron de su alienación y le proporcionaron, negro sobre blanco, el entramado teórico que plasmaba y organizaba con exactitud los conceptos intuitivos hasta entonces dispersos que vagaban  por su cabeza, una hipótesis verosímil acerca del origen de su malestar, y lo más importante, un plan para atajarlo,  un faro que le señalaba con certidumbre la dirección de su añorada Itaca.

El tiempo corría inexorable, pero no cesaría de tallar con determinación y denuedo su propia vida, despojándola del material deleznable que hasta entonces había ocultado la veta esencial...




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