miércoles, 1 de abril de 2015

Notas sostenidas en el aire





Habían consumido, en base a un juicio temerario, una enorme porción de su tiempo vital persiguiendo una quimera, tratando de establecer el cerco que atrapara en su interior los volátiles vapores de la felicidad. El azar, el destino, antes de asestar el zarpazo definitivo,  les habría lanzado avisos reiterados, trazando en la piel de muchos de  ellos  indelebles cicatrices que deberían haber alentado la intuición del peligroso error de concepto que los ofuscaba.

Por su parte, no sería partícipe de esa transacción: el  bienestar futuro, incierto e ilusorio al precio del dolor presente y tangible.

Aguzar la observación, apartar la tupida maraña de prejuicios y extraer del caos unas pocas leyes esenciales,  bien es cierto que no infalibles, resultaba perentorio.



Reflexionaba sobre estas cuestiones sentada ante una cerveza mediada en una terraza del paseo marítimo. La bonanza de la primavera incipiente, propiciaba la presencia de numerosos viandantes a los que observaba distraída, abandonado definitivamente el libro sobre la mesa. En ocasiones le llegaban retazos de conversaciones desde las mesas más próximas que la sacaban de su ensimismamiento.


En el rostro de algunas personas que tenía frente a sí, pensó, se reflejaba la evidencia de que, por muchos años que vivieran,  ya habían ejecutado las últimas notas de su partitura, postreras vibraciones que, sostenidas, únicamente esperaban su disolución en el aire, en la nada…

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