viernes, 22 de mayo de 2015

Tierra quemada

                          A Iratxe
    Solo

Mirarte y saber
que detrás de ese azul
todo está oscuro
porque hay estrellas
pero están lejos
o no dan
la luz que nos decían.
 

 (Jesús Gómez)













Contempló con extrañeza su fisonomía que,  a pesar de  no evidenciar cambios objetivos tras el tiempo transcurrido desde la última vez,  le resultaba ajena e irreconocible.

El polvo fino y gris que había levantado con sus pies al aproximarse, permanecía suspendido en el aire trazando caprichosas volutas.

La luz mortecina, filtrada por una capa de ceniza, otorgaba a la escena, que se desarrollaba  en penumbra, ribetes de ensueño.

Concentró la mirada en sus ojos, tratando de captar algún destello, quizá una breve señal. Tan solo  rítmicos parpadeos, separados por el marasmo, que velaban una mirada imperturbable, indiferente, de la que estaba ausente la emoción.

Tuvo un pálpito. Con una súbita determinación, dio media vuelta y comenzó a caminar para abandonar el lugar definitivamente. Atrapada por una ingravidez pegajosa, le pareció que apenas avanzaba. 

Creyó percibir algún movimiento,  una racha de aire gélido la traspasó, pero se obligó a no volver la cabeza. Tenía plena certeza de que tras de sí únicamente dejaba tierra quemada.


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