Inmersa en el silencio de la cubeta glaciar, observó como la inminente primavera se anunciaba en la inexorable fusión de los hielos invernales. Los últimos bloques que resistían la tibia caricia crujían ocasionalmente, fragmentándose en efímeros y afilados diamantes que rodaban ladera abajo, generando una estela de chispas de polvo de nieve.
Su mirada, saturada de azules, descansaba en la contemplación de una lasca de eternidad. Era el momento de abrazarse a ella, de apresar el intangible instante en el que transcurría su existencia.
Agotado el crédito, experimentaría su propia disolución; después, ella no existiría en el marco temporal humano, tampoco en cualquier escala alternativa concebible, ni en aquel lugar, ni en ningún otro imaginable...
Agotado el crédito, experimentaría su propia disolución; después, ella no existiría en el marco temporal humano, tampoco en cualquier escala alternativa concebible, ni en aquel lugar, ni en ningún otro imaginable...