A finales de los 60, el psicólogo Martin Seligman realizó
un experimento. Dentro de una caja de laboratorio, un perro era expuesto a
shocks eléctricos que no podía evitar. En cambio, en otra caja, otro perro sí
que podía interrumpir esos shocks pulsando una palanca. Más tarde, los perros
eran situados sobre una superficie electrificada de la que podían escapar
simplemente saltando una barrera.
El perro que había podido controlar los shocks la saltaba,
mientras que el otro perro, en lugar de buscar la salida exitosa a la situación
adversa, permanecía aguantando las descargas de manera pasiva. Había, pues,
“asimilado” su indefensión.
A
grandes rasgos, y sin entrar en los múltiples matices técnicos al respecto, Seligman
define la indefensión como un estado psicológico que se produciría cuando los
acontecimientos son incontrolables. Una consecuencia se define como
incontrolable cuando su probabilidad de ocurrencia es la misma con
independencia de las posibles respuestas del organismo (no contingente). Si
cuando ocurre una respuesta la probabilidad de una consecuencia es
diferente de su probabilidad cuando la
respuesta no ocurre, entonces la consecuencia sería dependiente de dicha
respuesta (contingente) y se dice que es controlable. Un organismo estaría
indefenso frente a una consecuencia cuando esta ocurre independientemente de
todas sus respuestas voluntarias. En tal caso, el organismo elaboraría una
serie de expectativas de no existencia de contingencia entre su conducta y las
consecuencias de la misma en el futuro. Este tipo de expectativas se manifestaría
en un triple déficit:
a) Déficit motivacional, retraso en el inicio de respuestas voluntarias, debido
a la ausencia de incentivos para ello.
b) Déficit cognitivo, consistente en la mayor dificultad para realizar nuevos aprendizajes,
mediado por la formación de cogniciones negativas sobre la relación
respuesta-consecuencia que interfiere con futuros aprendizajes en los que la
consecuencia sí fuera dependiente de las propias respuestas.
c)
Déficit
emocional: cuando las consecuencias
son traumáticas o suficientemente aversivas para el sujeto se producen una
serie de desórdenes fisiológicos y conductuales característicos de de un estado
de ansiedad y miedo, seguido de depresión.
El
modelo inicial de la teoría de la indefensión aprendida fue reformulado
posteriormente incorporando procesos de atribución de causalidad.
El siguiente vídeo ejemplifica en un aula el paradigma experimental de la indefensión aprendida.
¿Por
qué malgastar energías sabiendo que no hay salida para las situaciones
adversas?
De igual modo que al perro del experimento, los gobiernos
que para nuestra desgracia padecemos, en
un alarde de perversión someten a los ciudadanos a continuos shocks, que con
eufemismos denominan “ajustes”,
“crisis”, de los nos impiden escapar. De nada sirven protestas, huelgas,
manifestaciones…
Los medios de comunicación, cómplices e instrumentos de
este programa metódico de inoculación del veneno de la indefensión, alimentan
con cinismo el mensaje de que no hay otra alternativa. El propio Gobierno, se
nos presenta como una víctima.
… …
No les gustan los ciudadanos autónomos, prefieren los
zombis programados. Si consiguen controlar aún más nuestra educación, nuestra
cultura, nuestra sanidad… Nuestra vida en definitiva, habrán vencido, una vez
más.
Otro horizonte es posible...
Agudísima exposición excelentemente complementada por las viñetas!
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