El invierno, aprovechando la llegada de los vientos propicios, ha iniciado de madrugada su travesía austral, rumbo a latitudes que le sean más favorables. A modo de simbólica despedida, con un guiño cómplice, como muestra de agradecimiento por su hospitalidad, por tantas conversaciones compartidas en voz baja durante las largas noches, por su amistad ancestral, con un ¡hasta pronto! le ha brindado al Guadarrama un obsequio: prendidas en las ramas de los árboles unas fugaces flores de nieve, tan valiosas como precarias.
Hola Lidia, fabulosas fotos, de esos pinos con la escarcha helada; y sobre todo, la forma de espresarte. Saludos.... Jesús
ResponderEliminarJesús: gracias por tu comentario y tu visita.
EliminarUn saludo. Lidia