viernes, 22 de noviembre de 2013

Correr, andar, sí pero a mi aire.

Como  muchos de los aficionados al deporte en general, a correr, a la montaña, hubo un tiempo en que jugué al reto de la competición, bien es cierto que más bien por pura curiosidad. Carreras en las que el ambiente te empuja a buscar tus propios límites, tus propias referencias, al principio detrás de compañeros a los que sabes que puedes seguir, después a medida que adquieres experiencia, tratando de buscar tu propio lugar. Mis expectativas fueron colmadas. Sin embargo, tras unos pocos años,  y a la búsqueda de sensaciones que a mí me resultaran más intensas y motivantes me fui alejando progresivamente de los circuitos organizados.






 Hoy, mi planteamiento de la actividad de correr, de los recorridos por montaña es eminentemente lúdico, de puro disfrute, a priori sin obligaciones, lo cual no está en absoluto reñido con la exigencia física,  pero prestando más atención a las impresiones personales, que a un plan predeterminado y cerrado de entrenamiento. Si el cuerpo me lo pide, me pego palizas como la que más. Incluso cuando participaba más o menos regularmente en aquellas pruebas, nunca entrené siguiendo un plan cerrado, siempre traté de hacer del correr un modo de vida, un medio para entrar en contacto con parajes naturales, con el paisaje, la cultura, para intensificar su disfrute... Mi plan de entreno fue la constancia y mi motivación, la pura satisfacción de realizar actividades gratificantes en sí mismas. Por otra parte, cuando compites, tarde o temprano llegan las lesiones, y con ellas la frustración, la necesidad de descansar para recuperarte  y dejar de hacer lo que te gusta. Hoy, mi objetivo es continuar en activo el mayor tiempo posible, sin molestos parones, y siempre que sea posible desarrollando mis actividades en entornos naturales. No me interesa demasiado la cumbre más alta, ni arañar unos segundos al cronómetro. El triunfo es ver llegar un nuevo día y estar allí, sintiendo el aire, el sol, o la lluvia en la cara, el calor o el frío.








                                               Corriendo la pasada primavera hacia Cotos
                                              desde la vertiente segoviana del Guadarrama



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