martes, 26 de noviembre de 2013

Reflexiones acerca del mundo mirando a través de la ventana de la oficina


  Comienza una nueva jornada laboral para los que todavía conservamos el empleo. Miro a través de los cristales el pedazo de cielo visible desde  mi mesa, deseando que el tiempo que empleamos en  mover esta absurda noria transcurra rápido.

 Los dirigentes, cuyos gobiernos padecemos en la mayoría de las sociedades llamadas desarrolladas, se han conjurado desde hace muchos años para maltratar a los ciudadanos que, en un insólito ejercicio de sumisión,  les han entregado confiadamente su propio destino y, por supuesto, también a los que, conscientes de con qué sujetos tratan, les niegan el voto, aunque desgraciadamente tengan que padecer las consecuencias de sus desmanes. Nunca en la Historia ha sido de otro modo.
Dicen que no hay trabajo para todos, pero, a los que sí lo tienen, los quieren encadenados, en un régimen laboral medieval.



Los analistas oficiales nos presentan profundos  estudios acerca de las causas y consecuencias de lo que llaman “crisis”, la cual se nos presenta como una suerte de virus que nos ha infectado, a cuya cuenta se cargan todas las medidas que han planificado durante décadas, y que hoy, por fin, pueden implantar en las “democracias” occidentales. Muchos ciudadanos, buenas personas, que únicamente desean vivir en paz, no comprenden cómo hemos podido llegar a esta encrucijada: los mejores expertos, formados en las mejores escuelas de negocios y universidades no pueden equivocarse de modo tan estrepitoso. Y tienen razón, no es que no vean lo que cualquiera con un mínimo de juicio ve, lo que muchos comentábamos en las tertulias informales con los amigos. ¿Cómo los grandes talentos de la programación y la estrategia han podido errar el rumbo?



Hay una razón que da cuenta de esta paradoja: sus objetivos y los nuestros no son los mismos. Los gobernantes no pretenden una sociedad donde imperen la igualdad, la justicia, la democracia…Y todos esos grandilocuentes principios inspiradores que continuamente manejan impúdicamente en sus discursos. Sencillamente, desean que el mundo siga siendo lo que siempre ha sido: unos pocos privilegiados, viviendo  a costa de la sangre y la vida de todos los demás. Ellos y los suyos no necesitan cambio alguno. No conciben mundo mejor que el que siempre han disfrutado, presidido por la avaricia, la codicia, la hipocresía y la carencia de cualquier guía ética.

Pero, de algún modo, los tiempos han cambiado, y al menos por aquí no está bien visto confesar de modo abierto de qué va esto, hay que disimularlo todo bajo un halo de instituciones, derechos, defensa del bien común…



Los argumentos que creíamos fantasías propias de novelas de ciencia ficción se han convertido en algo cotidiano, y los ciudadanos   “idiotizados”  por el sistema socioeducativo, asisten inermes e impasibles al derrumbe de todo lo que con tanto esfuerzo y tantas vidas muchos han tratado de construir durante siglos, mientras teclean  una vacuidad tras otra en su móvil de última generación.



 ¿Qué se puede hacer?  ¿Qué hago yo?

Al menos tratar de mantenerme lúcida. Hay que mirar  cara a cara y tratar de analizar y comprender qué está pasando, dónde nos llevan, quién es responsable  y de qué.  Mantener un juicio propio, no el del periodista, el del director espiritual, o el  del político de turno, que sirven al mismo amo.

Después, pues depende de en qué tramo del ciclo vital se encuentre cada uno, de qué posibilidades disponga,  de qué energía,  de  la personalidad… De tantos factores.

En lo que a mí respecta, actúo como una alpinista que lejos de las cumbres más altas del planeta, se dedica a otras escaladas más modestas, pero no exentas de dificultad: con todo lo que he aprendido y desaprendido, con concentración, intento no perder pie,  ir avanzando paso a paso por esta larga ladera helada. He instalado mis propios seguros: las salidas por montaña a correr o andar, los libros,  la música,  un puñadito de amigos y compañeros de vida,  los viajes…  Confío en que me sujeten si resbalo. Entre tanto procuro echar una mano, en la medida de mis posibilidades, al resto de compañeros de cordada que lo estén pasando mal, pero esto, desgraciadamente no siempre es posible.

 Metas más ambiciosas, corresponden a los más jóvenes, y a los que en las primeras décadas de vida viven ya anestesiados por los entretenimientos, y los ciberopiáceos que esta sociedad les administra, ajenos ya a todo y a todos. Los demás ya estamos amortizados para el sistema, cuando no triturados por él…  Nada le debemos ya.




¿Duro y egoísta?  Leed el BOE, si queréis asistir a una auténtica sesión de sado.







Aire, para nuestros maltrechos corazones...
 El aire que nos quieren arrebatar estos desalmados, 
 El aire del viento libre de los valles de Hecho y Ansó.

2 comentarios:

  1. Gracias por visitar mi blog.En tu comentario decías que un amigo tuvo que estuvo corriendo en Belchite te habló de mi blog. ¿Por curiosidad, a ese amigo tuyo lo conozco yo?. También me llama la atención que digas que eres una ex-trail-runner y por lo que he podido curiosear en tu blog, me parece a mi que sigues corriendo....
    Saludos,

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    1. Se llama Jorge García. Corrió en la carrera corta. Es nuevo en estos ambientes y buscando información por internet, fue a parar a tu página.

      Sigo corriendo. Hablando con precisión: lo que no hago es competir.

      Un saludo.

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