Con una indicación apenas esbozada,
casi una contraseña improvisada, Sara encarga
al camarero otro café, el tercero de la tarde.
Dirige la mirada, a través de la vidriera, hacia la plaza, a esa hora
repleta de viandantes: una pandilla de adolescentes que avanzan ruidosamente
entre bromas y risotadas, personas solas o emparejadas, algún grupo más
numeroso. Marchan en todas direcciones, se entrecruzan a diferentes velocidades: sistema planetario que describe órbitas misteriosas e
incógnitas.
Los comercios han comenzado a
iluminar sus escaparates, algunos se detienen ante ellos, demorándose en la contemplación de los
artículos expuestos, más por entretenerse que con verdadera intención de
comprar. Un cielo oscuro y espeso despide el día. Hace frío fuera.
El mundo real… ¿Real?
El camarero, cuyos movimientos solemnes y precisos denotan toda una vida de oficio, deposita la taza sobre la mesa. Intercambian tenues sonrisas.
Vuelve al libro, que sostiene abierto en la mesa, mientras de reojo vigila el ordenador portátil situado
frente a ella.
Suena una señal de aviso. Cierra
el libro.
Realiza un giro sutil con su mano, casi aéreo, apenas roza con los dedos el ratón táctil y la
pantalla se reactiva. Ya ha finalizado
la instalación del programa para la gestión avanzada del blog. Dos clics más, emergen nuevas ventanas con gráficas multicolores, algunos datos numéricos comienzan a destellar, cifras que varían continuamente, se detienen
unos segundos y reanudan su acelerada danza. Son las constantes vitales de la red, en apariencia caprichosas pero también gobernadas
por ritmos circadianos e infradianos. Un
círculo blanco junto al último comentario que arrojó al mar de Internet, no
menos insondable que los océanos más oscuros y profundos de las novelas
clásicas de marinos, le informa de que uno de sus mensajes, transportado
azarosamente a lomos del velero TCP/IP, que se encuentra fondeado en este preciso instante en puerto seguro, ha
llegado a manos de un desconocido destinatario.
¡El mundo real!
Unos cuantos millones de píxeles
atrapados en la superficie rectangular del monitor, tan reales como reales puedan ser los pensamientos, los
sentimientos, los recuerdos, las intuiciones… Tras los
indicadores intermitentes palpitan
vidas, -piensa- sí, vidas anónimas, pero
no menos ciertas, como la suya.
Con una mueca de satisfacción
comprueba por última vez la composición del texto; continúa dando los últimos
toques de edición a la entrada que está
a punto de publicar, en la que habla de una chica, que pasa la
tarde de sábado en un café del barrio escribiendo la última entrada en su blog…
El movimiento espontáneo de unos iconos, hace que su
atención se dirija a la columna de la derecha. Comprueba con inmensa alegría y alivio que “Marea” acaba de
actualizar su página, ya comenzaba a preocuparse después de tres semanas sin
señales de ella. Más novedades: los del club “Saltamontes” han colgado la
última ruta realizada, “Martita”, siempre prolífica, ha terminado un nuevo relato... ¡Esto se anima!
Conforme con en resultado, pulsa la tecla y la
chica que pasa la tarde de sábado en un café del barrio escribiendo la última
entrada en su blog, zarpa a bordo de la nave hacia su mundo real. En el cuadro de control únicamente dos puntos de luz, rojo y verde, delatan su posición en la oscuridad, mientras se aleja hacia el mundo real…
TCP/IP
Para que la información que viaja en
Internet pueda ser enviada y recibida por todos los ordenadores del mundo, se
crearon una serie de reglas denominadas protocolos. Uno de esos protocolos es
el TCP/IP, Protocolo de Control de Transmisión y Protocolo de Internet.
La función del protocolo TCP/IP tiene
que ver con la forma en la que viaja la información:
- El TCP divide la información en "paquetes" dentro del
ordenador de origen, para luego recomponerla en el ordenador de destino.
- El IP es el responsable de dirigir esta
información a lo largo de la red, identificando un determinado ordenador. Es un
número único e irrepetible y representa la dirección de nuestro ordenador en
Internet.
El protocolo TCP divide el mensaje en
paquetes en los que se especifica un orden y la dirección del ordenador a la
que se dirigen. Esta dirección está determinada por el IP. Al llegar a su
destino, el TCP recibe los paquetes y los ordena de nuevo, revisando que no
existan errores que se puedan haber adherido en el camino.
Este sistema hace que la
información no tenga que viajar junta por la misma vía, sino que pueda
dividirse y ser enviada por distintos caminos que llevan a un mismo destino.
Esto proporciona una mayor fluidez en el desplazamiento o intercambio de datos.
En Internet, cada ordenador está identificado con un número conocido como dirección IP, parecido a este: 193.127.88.345. Las páginas web que buscamos en Internet se encuentran almacenadas u hospedadas en un servidor o host que está identificado con un número de dirección IP.
En Internet, cada ordenador está identificado con un número conocido como dirección IP, parecido a este: 193.127.88.345. Las páginas web que buscamos en Internet se encuentran almacenadas u hospedadas en un servidor o host que está identificado con un número de dirección IP.
Luz de posición
La luz de posición debe estar instalada en el barco en la
parte delantera. Una luz verde indica la banda de estribor, o la posición de la
derecha frente a la parte delantera del barco. Una luz roja se colocará junto a
o separada de la luz verde e indica el puerto o el costado izquierdo de la nave. El arco visible de cada
luz debe llegar a 112,5 grados. Las luces laterales de puerto y estribor deben
ejecutarse desde el amanecer hasta la puesta del sol, independientemente de las
condiciones meteorológicas.
Esto es una alegoria de la realidad desde la irrealidad, ¿no? Buen hallazgo!
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